A día 24 del confinamiento
Esto no es una guerra (y menos mal) solo una pandemia, pero así
como hay hay gente que da lo mejor de sí, también saca lo peor, ángeles y
demonios, y, menos mal que solo es una
pandemia que, esperemos pronto pasará con un poco de paciencia.
Sin embargo hay algunos que se erigen en defensores de quien
sea, aunque nadie se lo haya pedido y atacan a quien les parece que no debería
estar haciendo lo que hace.
Los niños en la calle están permitidos. No hay muchos, prácticamente
ninguno, pero es ver uno y protestan los que dicen que no deberían estar en la
calle. Pue a lo mejor no, pero que sabes tú de las circunstancias de cada uno. Ocúpate
de ti y deja tranquilos a los demás sin juzgarlos, que, sus razones tendrán.
Por lo pronto no están haciendo nada ilegal.
Me han contado que hay vecinos en algunas casas que se
dedican a espiar a los demás y llaman a la policía si les parece que salen
demasiado a la calle, o que pasean al perro más veces de las necesarias. Esto no es el III Reich y nadie va a ser deportado a Auschwitz, cuando, seguro
que tiene cosas más importantes que hacer. El que lo hace ahora, seguro que lo
haría en circunstancias mas graves.,
Para otros cualquier ocasión para timar y aprovecharse de
los demás es buena, y van por las casas , generalmente de personas mayores que
son más compasivas, contando un cuento chino, haciéndose pasar por médicos te
piden ir al baño y te roban lo que pillan.
Otros son tan solo desconsiderados cuando hay una cola y
tardan años en comprar, como si no se decidieran, o después de pagar se detienen
un rato en colocar las cosas dentro del carrito, sin importarles nada que la
gente espera y, si tú no te vas, la cajera no atiende al siguiente.
Los cajeros de algunos bancos no admiten ingresos, y ayer buscando
uno que sí lo hiciera me obligo a llegar hasta Conde de Peñalver, teniendo dos
oficinas más cercanas.
De día en día, (o de DIA en DIA) el precio sube, el fresón que
compraba a 1,09, ya está a 1,19, las naranjas de dos kilos 1,20, ahora cuestan
1,50 y las patas fritas, de 1,29, a 1,50, por nombrar algunos, y eso es sitios
baratos.
En algunos sitios hay mucha cola, en otros ninguna, las
calles, salvo excepciones están más limpias que nunca, además de vacías, lo que
me causa cierto yuyu. Ahora es la lejía la que desaparece de los estantes.
Echo de menos poder ir a mi antojo sin que me lo impidan, y
a veces me acuerdo de la película “Los 10 mandamientos” la escena en la que para que no entre el ángel
exterminador, los judíos pintaban la puerta de su casa con la sangre del
cordero pascual. Ojalá esa fuera una solución.
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